Sexualidad o genitalidad, ¿que opcion tomar?, ¿con cual me hago mas persona? Los métodos naturales de regulación de la fertilidad constituyen una forma sana y responsable de entender y vivir la sexualidad.
viernes, noviembre 12, 2010
GENERO
ABC Día 01/11/2010
COMO todos los totalitarismos que en el mundo han sido, la aspiración primordial de la ideología de género es completar una ingeniería social; esto es, disolver los vínculos naturales que forman el tejido social para, una vez convertido ese tejido en una suerte de papilla informe, sustituir tales vínculos por creaciones artificiosas que conviertan a las personas en lacayos del poder establecido. En su proceso de deconstrucción social, la ideología de género propugna que no existen ni el sexo ni la diferencia sexual como realidades innatas al ser humano; y que sólo existen «géneros», es decir, roles adquiridos, producto de una determinada práctica social. Para cambiar tales roles, la ideología de género ha declarado batalla sin cuartel a la institución familiar, que considera el último bastión de resistencia en su programa de ingeniería social. Y, aplicando el esquema de la lucha de clases marxista a las relaciones familiares, las presenta como relaciones conflictivas: así, el amor entre los esposos se convierte en relación de dominio, en la que florecen todo tipo de violencias y alienaciones; y, una vez convertida la vida de pareja en campo de Agramante, se pueden desarrollar «políticas de igualdad» que finjan poner coto a las violencias en el ámbito familiar (cuando lo que en realidad pretenden es engendrar dichas violencias), a la vez que «salvan» a los hijos, otorgando al Estado un falso título de legitimidad para encargarse de su educación. Así, la ideología de género se asegura el adoctrinamiento de la sociedad desde la propia infancia.
La obsesión de la ideología de género por la sexualidad de los niños es comprensible. Puesto que la diferencia sexual se considera una «alienación» impuesta desde instancias sociales represoras, el objetivo primordial debe ser combatir todo lo que perpetúa tal «alienación». Para acabar con la diferencia sexual entre hombres y mujeres, es preciso que el sexo de conciba no como algo determinado por el nacimiento, sino como una suerte de «asignatura de libre configuración», que cada quisque elige, según la «orientación sexual» que en cada momento de su vida le pete. Así, convirtiendo la práctica sexual en una actividad meramente lúdica, se construye una nueva utopía de hedonismo que preconiza la consecución de la felicidad a través de la exaltación del deseo sexual, sin límite moral, legal o corporal alguno. Chesterton la vislumbró hace casi un siglo, cuando auguró que no tardaría en proclamarse una nueva religión que, a la vez que exaltase la lujuria, prohibiese la fecundidad. Tal religión ya ha sido instaurada; y toda la panoplia legal desplegada en los últimos tiempos —reconfiguración de la institución matrimonial, consagración del llamado «derecho a la salud reproductiva y sexual», educación para la ciudadanía y demás flores pútridas de la ideología de género— no tiene otro afán sino otorgar cobertura jurídica a una revolución ideológica que trata de cambiar radicalmente la sociedad, moldeando la esfera interior de las personas.
En esta estrategia revolucionaria debe enmarcarse esta nueva pretensión de controlar el recreo de los niños en las escuelas, mediante el establecimiento de centinelas de género que vigilen los «protocolos de juego» y transmitan «los valores y principios adecuados». Pura y dura ingeniería social que podemos despachar con cuatro risas y cuatro bromas chuscas; pero algún día, no tardando mucho, la risa se nos congelará en la boca, en un rictus de horror. Para entonces, ya será demasiado tarde.
miércoles, noviembre 10, 2010
SALUD SEXUAL Y CAMPAÑAS INSTITUCIONALES
La revista médica The Lancet (7 octubre 2010) publica un informe sobre la efectividad de las campañas institucionales a gran escala para cambiar las conductas en materia de salud. El estudio, titulado “Use of mass media campaigns to change health behavior”, se centra en problemas de salud especialmente preocupantes en nuestro tiempo: obesidad, tabaquismo, alcoholismo, cardiopatías... También dedica un apartado a la reducción de la tasa de natalidad y a la prevención en el contagio del sida.
El estudio analiza la influencia de las campañas institucionales para la prevención del tabaquismo, del alcoholismo, de la obesidad o de las enfermedades cardiológicas, del sida. Sus conclusiones valoran positivamente estas campañas, porque están logrando modificar las conductas de riesgo. Sin embargo, si se analizan los resultados por campos, se aprecian diferencias notables: mientras que en el consumo de tabaco las campañas producen resultados positivos visibles, en el caso del alcohol los efectos son prácticamente insignificantes. Cuando se trata de valorar las campañas para la prevención del sida, los investigadores califican los avances de “moderados” en el uso del preservativo y de “insignificantes” en cuanto al objetivo de reducir el número de “parejas sexuales”, es decir, de la promiscuidad que dispara el riesgo.
Mientras que las campañas anti-tabaco producen resultados positivos visibles, en el caso del alcohol los efectos son prácticamente insignificantes | |||
Cuando se estudian los obstáculos a las campañas contra el tabaco, se aducen factores como el prestigio social de fumar –más que discutible hoy en día– o la dura competencia de las industrias tabaqueras. Estas fuerzas estarían contrarrestando la eficacia de las campañas. Sin embargo, al analizar el caso del creciente contagio de sida, las explicaciones brillan por su ausencia. No existe en este caso una industria que en teoría se oponga directamente al objetivo de reducir la tasa de contagio, ni tampoco se puede argumentar que en el imaginario social la utilización del preservativo esté mal vista. No parece que los medios de comunicación se opongan a esta conducta, sino todo lo contrario.
Lo que no se dice
El estudio no responde a esta pregunta. O quizás lo hace de manera tangencial y sumaria cuando afirma que la reducción de la tasa de contagio de sida “requiere cambios en el comportamiento humano a gran escala”. ¿Se refiere a cambios más allá del aumento en el uso del preservativo?, ¿está reconociendo el fracaso de las estrategias basadas en el “póntelo, pónselo”? Si es así, la crítica no va más lejos, porque enseguida el informe ofrece unas cifras en forma de bomba de humo que señalan el positivo influjo que algunas campañas de fomento del preservativo han producido en el descenso de la tasa de natalidad entre las jóvenes africanas, aunque precisa seguidamente que no se puede asegurar que dicho descenso guarde una relación directa con las mencionadas campañas.
En la prevención del sida hay un mayor uso del preservativo, pero los mayores riesgos asociados a la multiplicación de parejas sexuales persisten | |||
Sin embargo es llamativo que no se haga ninguna mención, por ejemplo, a la preocupante tasa de contagio del sida en Europa, o a su especial incidencia entre el colectivo homosexual. Otro informe publicado el nueve de octubre –también en The Lancet- constata que en Francia el sida está fuera de control entre los homosexuales. También en Estados Unidos el colectivo gay es el único en el que ha crecido la tasa de contagios en el último año (cfr. www.cdc.gov, septiembre de 2010). El informe, en cambio, vuelve a acordarse de Europa para constatar que los esfuerzos de los distintos gobiernos se han materializado en un mayor uso del preservativo, aunque sin embargo no ha disminuido el número de parejas sexuales. Pese al tono optimista de todo el estudio, los datos ofrecidos no llevan precisamente al entusiasmo: en cuanto a hábitos sexuales, las campañas institucionales centradas en el preservativo no están dando los resultados esperados.
Natalidad y prevención del sida
El estudio aborda las campañas centradas en la natalidad desde la perspectiva de la llamada “planificación familiar”, una forma eufemística de promover la contracepción, no solo dentro de la familia, sino en cualquier ámbito. Desde este punto de vista, la maternidad aparece como un “fracaso organizativo” o como la consecuencia negativa de una información deficiente. Es significativo que la reducción de la natalidad se tome como un objetivo propio de estas campañas de “concienciación social”, al mismo nivel que la prevención del sida. De hecho, ambas aparecen vinculadas en el título del epígrafe: “Reducción de la tasa de natalidad y prevención del contagio del sida”.
Lo que une a estos dos objetivos no es tanto erradicar lo que se consideran malos hábitos en el comportamiento sexual, sino proponer una estrategia común: el inevitable uso del preservativo.
Este reduccionismo, unido al poco éxito en la modificación de las conductas de las personas expuestas a las tradicionales campañas del estilo “póntelo, pónselo”, está llevando a la utilización de nuevas estrategias de marketing. Es el caso de la moda de introducir mensajes a favor de la “planificación familiar” –en su sentido más profiláctico– en espacios televisivos de entretenimiento, y más en concreto en las series de ficción, diluyendo la dosis de propaganda entre el resto de contenido para lograr mayor impacto.
El informe argumenta que los avances en la contracepción solo se producen cuando se da un clima “favorable al uso moderno de la contracepción y a la idea de un modelo de familia menos numerosa”. De ahí –añaden– que el aumento en la demanda de métodos de contracepción solo se estén dando –y a corto plazo– entre aquellas personas expuestas a las campañas de concienciación institucional que previamente eran favorables a este tipo de técnicas. La influencia entre los que no lo son es mucho menor. Es decir, que las mencionadas campañas convencen a los ya convencidos, mientras que son ineficaces entre los críticos.