lunes, noviembre 26, 2007

SIDA

Análisis de la última cumbre mundial en la ONU convocada para valorar el progreso conseguido desde la Declaración de Compromiso VIH/SIDA, firmada en 2001

En la reciente cumbre sobre el sida en Nueva York, convocada para valorar el progreso conseguido desde la Declaración de Compromiso VIH/SIDA, firmada en 2001 por las Naciones Unidas, se ha estudiado el informe ONUSIDA de 2006. Parece que se han logrado progresos importantes contra el sida, aunque la epidemia sigue superando nuestra capacidad de respuesta. Se han infectado 4,1 millones de personas en el año 2005, muchos de los cuales son personas entre 15 y 24 años. Se señalan varios avances en los últimos años como el substancial aumento de recursos destinados a la lucha contra el sida; el mayor acceso a tratamientos, llegando a 1,3 millones de personas en países con niveles socioeconómicos medio-bajos en 2005 y, en 58 países, prácticamente todos los alumnos de educación primaria y secundaria han recibido programas de educación sobre el VIH y el sida. Algunas de las deficiencias comentadas son que menos del 50% de los jóvenes del mundo tienen conocimientos suficientes sobre el VIH; hay grupos de alto riesgo que aún no se han beneficiado de servicios de prevención; se estigmatiza y discrimina a personas con sida y muchas mujeres no están siendo ayudadas para tomar decisiones libres respecto a su sexualidad mientras que muchos hombres actúan perpetuando estereotipos dañinos para su salud.

La Declaración de las Naciones Unidas afirmaba que “la abstinencia y la fidelidad” deben formar parte de todo programa integral de prevención. No es lo que estamos viendo en nuestro entorno. Muchos sonreirán incluso al leer estas palabras. No obstante, en 2004 se publicó un consenso internacional en la prestigiosa revista médica The Lancet que corroboraba la importancia de la “estrategia ABC” de prevención del sida (Halperin, 2004). La letra A de “abstinence” significa que a los jóvenes hay que hablarles prioritariamente de la importancia de retrasar el inicio de sus relaciones sexuales porque “evitar el riesgo” es la única medida preventiva 100% eficaz. A los que mantienen relaciones sexuales se les debería insistir en la “B” de “be faithful”, sé fiel, porque también es eficaz contra cualquier epidemia como esta, mantener relaciones sexuales mutuamente monógamas con una persona no infectada. Por último, y a los que libremente deciden no optar por lo componentes “A” o “B”, se les debería informar de que el uso de preservativos (”C” de “condom use”) disminuye sustancialmente el riesgo de contraer el VIH, aunque nunca lo elimina totalmente, y por eso es una medida llamada de “reducción de riesgo”. El preservativo es la “tecnología” más eficaz contra el sida pero la población debe saber que no es la “medida preventiva” más eficaz. Siempre es mejor “evitar” que “reducir” un riesgo.

Las campañas del estado español, como la de 2004: “por ti y por todos, úsalo”, que asumen la promiscuidad sin criticarla, son un ejemplo de medida preventiva no integral. Según datos oficiales, la mayoría de personas del estado desconoce que la reducción del número de parejas sexuales es crucial para evitar el SIDA. No existiría ninguna pandemia de SIDA si no fuera por hábitos sexuales evitables como la promiscuidad. Desde el punto de vista de la eficacia de la Salud Pública es un error no hacer campañas claras y contundentes aconsejando la reducción del número de parejas sexuales.

En el caso del SIDA asistimos al fenómeno curioso de que se da el mismo mensaje sobre el preservativo a quienes comercializan con el sexo o a usuarios de drogas que al joven de 13 años que no ha tenido todavía relaciones sexuales. La falsa idea de seguridad absoluta y la sensación de invulnerabilidad propia de la juventud incitan a muchos a dejar la “evitación del riesgo” poniéndose “a riesgo” de infectarse. Otras personas tienen relaciones sexuales más arriesgadas y promiscuas porque piensan, equivocadamente, que están totalmente seguras con el preservativo. Este fenómeno se llama “compensación del riesgo” y aparece siempre que se confía excesivamente en una medida preventiva tecnológica que reduce un riesgo sin incidir en la importancia de dar prioridad a ciertos estilos de vida que evitan los riesgos. En Nueva York, se ha confirmado que países como Kenya y Zimbabwe están logrando disminuir sus tasas de sida como lo hizo anteriormente Uganda. Pero lo que muchos no saben es que los componentes “A”, y sobre todo el “B”, más que el “C”, han sido fundamentales en estos países para frenar el sida. El preservativo sí ha logrado descender la tasa de sida en grupos de alto riesgo como entre quienes comercian con el sexo. Sin embargo, los países donde se han centrado exclusivamente en la promoción del condón, no están logrando frenar la epidemia en la población general, probablemente por este fenómeno llamado compensación de riesgo.

Parece que existe un autentico prejuicio o “pánico” a parecer “moralizantes” hablando del “retraso del inicio de relaciones sexuales” o de “relaciones sexuales mutuamente monógamas”. Se evita hacer un esfuerzo real para aplicarlos en la práctica pero probablemente no consigamos revertir la pandemia de SIDA hasta que los componentes “A” y “B” formen genuinamente parte de los programas de prevención de SIDA llamados “integrales”. Se trata de que los instrumentos y recursos de la salud pública, de la educación sanitaria, de la publicidad y de los programas educativos hagan el esfuerzo real de transmitir este mensaje de manera eficaz a jóvenes y adultos que se beneficiarían más de la “evitación” del riesgo que de su “reducción”. El auténtico realismo pasa por este esfuerzo genuino de quienes, como las autoridades sanitarias y educativas de un país, deben superar la simple constatación pesimista de que no se puede hacer mucho más que distribuir preservativos.

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