Magda Figiel |
| Las sociedades humanas nunca dejan de estar compuestas por hombres y mujeres, pero sí varían las maneras de relacionarse entre los dos. No cabe duda de que masculino y femenino son dos sexos opuestos. Se pueden combinar a modo de antagonismo agresivo o reciprocidad enriquecedora. Quizá en el occidente, en las últimas décadas, ha florecido más bien la primera forma de convivir. Sin embargo no hace falta una lucha dialéctica para lograr una buena síntesis entre hombre y mujer. Podría ser conveniente tener presente la posibilidad de una relación constructiva de unión en el amor, sin quitar las diferencias. Esta problemática me llevó a recordar cómo hace mucho tiempo hice el ejercicio de pintar un cuadro teniendo a disposición sólo dos colores. Era rojo cadmio y azul cerúleo… y la idea era que el cuadro saliera bonito. Creo que con estas dos pinturas, de colores opuestos, puede pasar lo mismo que con los hombres y mujeres en la sociedad, y en las parejas. Hay tres posibilidades: la indiferencia, el antagonismo y la armonía. 1. Indiferencia amorfa. Lo primero que se puede hacer es ir mezclando en la paleta los dos colores para conseguir diferentes tonalidades nuevas. Al mezclarlos totalmente sale un gris feo, mediocre. Los dos pierden su color. Sale algo ni femenino ni masculino, sino todo lo contrario. Personalidad unisex autosuficiente. Algo correspondiente a ciertas ideas de la teoría del género que quisieran eliminar diferencias entre hombres y mujeres. Este gris no es el típico apagado que se obtiene de añadir negro y blanco. Es un gris vivo e interesante, pero no deja de ser triste e infeliz. Es el gris del barrio comunista hecho de hormigón armado, sin ningún rastro de pasión de seres humanos. Hay cuadros que son simples superficies grises. Me hacen pensar también en esos matrimonios decepcionados que llevan mucho tiempo sin expresarse el amor y el afecto y terminan aburridos y separados. 2. Antagonismo rechinante. Este se refiere a la dialéctica del feminismo radical. Se trata de un cuadro feo. Realmente es un arte mezclar los dos colores en la sociedad sin ponerlos en guerra. Desgraciadamente es fácil que salga algo de mal gusto. Composición, luz y formas sin belleza. El azul se siente atacado por el rojo, el rojo piensa que la presencia del azul le quita algo y le impide su protagonismo. Hay que dominar y someter al otro para ganar. Si hoy aumenta la violencia hacia la mujer y un deseo de dominio sobre ella entre los hombres, a lo mejor es por la inseguridad personal y la falta de sanas relaciones afectivas con las mujeres. Si las mujeres se sienten solas, obligadas a abortar o agotarse trabajando ocho horas al día en la empresa y además tratando de educar a los hijos, sin duda replantean la idea de independizarse de los hombres. Y si quisieran igualar o superar a los hombres en los puestos de trabajo en el ejército…¡qué fracaso sería esto! Hubiera sido mejor evitar el enfrentamiento conflictivo cuyos frutos vemos hoy en la sociedad, pero ya que tuvo lugar, sirve para empujarnos e investigar y profundizar en la identidad femenina, y en la masculina. 3. Complementariedad en el ser y colaboración en el actuar. De repente uno se puede inspirar en la naturaleza, por ejemplo en el jardín; admirar en la primavera las hojas rojas de la rama de un frutal sobre el fondo del limpio azul celeste. Un buen artista sabe unir el rojo cadmio y el azul cerúleo creando una hermosa obra que signifique el amor verdadero. Los dos colores pueden estar uno al lado del otro de tal manera que los dos saquen lo mejor de sí. Subrayan mutuamente sus cualidades; se iluminan y se reflejan uno en el otro. No pierden su identidad, se afirman. Él me aporta algo, ella me enriquece. ¿Qué hombre logra hacer algo grande sin el apoyo de mujer? ¿Qué mujer saca de sí lo más bello sin que exista un hombre? Hombres y mujeres obviamente son complementarios a nivel biológico, pero lo son además en la esfera espiritual. Gracias a sus diferentes formas de pensar pueden tener una conversación muy rica. Es mejor que jueguen básquet entre equipos del mismo sexo, pero al bailar que sea hombre con mujer. En un ambiente de respeto y aprecio desarrollan al máximo sus talentos; cada uno dedicándose a lo que se le da mejor y en todo entregándose para servir de la mejor manera a aquellos cuyo bien desea sinceramente. |
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