miércoles, marzo 02, 2011

EROTIZACION INFANTIL

Zac Alstin, del Instituto de Bioética Southern Cross en Adelaida (Australia), llega al fondo en un reportaje publicado en MercatorNet.com que lleva por título “La defensa de los niños contra la cultura erotizada de los adultos”. En él llama la atención sobre la preocupación de instancias como la American Psychological Association, un comité del Senado de Australia o el Ministerio del Interior británico con respecto a la sexualización de las niñas, que relacionan con problemas de salud mental como trastornos alimentarios, baja autoestima y depresión.

El corazón del problema, según Alstin, es que los niños –personas cultural, física y mentalmente demasiado jóvenes como para participar en la cultura sexual de los adultos– se han moldeado y modelado para que coincidan con una cultura de adultos erotizada.

Sin embargo, su raíz está en la sexualización de los adultos. Los medios de comunicación y la publicidad inundan de erotismo la sociedad y la cultura. El sexo vende. En las últimas décadas –observa Alstin– la vida adulta ha sufrido cambios significativos en este contexto. Existen tres factores clave: el retraso de la edad del primer matrimonio, el aumento de la edad de los padres, y la disminución de la edad de la primera relación sexual. “Si los jóvenes pueden esperar a tener su primera experiencia a los dieciséis años, pero se casan y tienen hijos mucho más tarde, es evidente que el sexo no se limita al contexto del matrimonio y la procreación”.

Cuando el sexo es parte del paquete de casarse y tener hijos está sujeto a un conjunto más estricto de responsabilidades: ingresos, vivienda, estabilidad, etc. El sexo se convierte en un aspecto más de un compromiso de por vida con otra persona. “Pero si el sexo se separa de todas estas condiciones, nos quedamos con un acto meramente natural y agradable, que está limitado solo por las elecciones y oportunidades de la vida. Esta es la forma idealizada del sexo en el mundo moderno. Todo lo que queda es maximizar el propio potencial, cultivando los atributos sexuales más deseables en la sociedad actual”.

Como los mayores

En este marco, la sexualización de los niños genera conflicto, señala Alstin, “porque la visión del sexo que promueve nuestra cultura es tan libre de limitaciones y responsabilidades, que no hay nada, en principio, que disuada o evite que los niños se socialicen en él”. Después de todo, “los requisitos para tener relaciones sexuales según esta forma idealizada, no son más que el consentimiento y la oportunidad”.

Si en los mayores el sexo se separa del compromiso y de la constitución de una familia, los niños se limitarán a buscar “la apariencia de los ideales sexuales promovidos por nuestra cultura: la moda, el físico, la pose. (...) Nuestra cultura no les exige ser mayores de edad, sólo parecerse a ellos”.

Si la sexualización de los niños es una extensión lógica de nuestra cultura sexual actual –concluye Alstin–, la defensa de la inocencia infantil se convierte en un verdadero movimiento contracultural. Una campaña donde se ataque tanto la pedofilia como la hipersexualización de la cultura que nos rodea.

Y esa batalla les toca sobre todo a los padres.

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